21 de octubre a las 16:53
En la esquina de la calle la acera es ancha y, por fortuna, no hay un bar cercano que colonice el espacio con sus mesas y sillas. Los usuarios nos ponemos en fila guardando las distancias.
Un enfermero muy joven sale cada pocos minutos a atendernos y clasificarnos. Los que tienen cita en la consulta pasan los primeros, los que quieren pedir cita para la vacuna se sitúan a la derecha, los que vienen a otros trámites, a la izquierda.
Alguna señora protesta y se pregunta qué pasará cuando del tiempo otoñal pasemos al frío y la lluvia del invierno. ¿Cómo vamos a estar en la calle, esperando, cuando vengamos con nuestros catarros y nuestros dolores porque el teléfono esta colapsado y en la web no hay cita para los próximos siete días?
El enfermero joven no tiene una respuesta que alivie la tensión que, de repente, se ha instalado entre los que esperan turno, guardando las debidas distancias.
Seguimos teniendo paciencia, mucha paciencia. Seguimos viendo que los sanitarios dan de sí cuanto les es posible. Pero estamos hartos de hacer cola a la intemperie mientras nos llegan ecos de las disputas, insultos y majaderías que suenan en las instancias gubernamentales.
Queremos que dejen de chillar y nos abran nuestro centro de salud.
El nuestro y todos los demás de la ciudad.