29 Ocutbre 2020 / 18:00 h.
(Relato del encuentro entre el Centro de Salud Rafael Alberti, de Vallecas, y las AMPAS del área)
El cartel de convocatoria anima a participar: “Opina, comparte, propuestas, dudas”. “Porque todos y todas tenemos algo que decir”.
Aparentemente es un cartel normal (y bonito), sin embargo no me lo parece tanto (tan normal, digo, bonito sí). Para mi este tipo de convocatoria es completamente nueva.
Me pregunto: ¿Es tan habitual que un centro de salud se reúna en abierto con el tejido social del barrio en el que está para hablar de «Salud»?
La verdad es que sólo recientemente, y a raíz de comenzar a indagar y recoger historias sobre lo que está pasando en la Atención Primaria (AP), me he acercado al concepto «Salud Comunitaria», al parecer muy unido a la militancia que demuestran muchos de lxs medicxs de nuestros «ambulatorios». A través de él se mira a la salud de forma amplia, más allá de la mera medicina, desde lo social y lo afectivo, y desde las condiciones materiales de vida también. Una de las cosas que he descubierto es que en los Centros de Salud (CS) hay, o debería haber, trabajadorxs sociales.
Por otra parte, aunque el cartel no lo nombra, el contexto en que se produce este encuentro es el de la pandemia. Y también el del momento de extrema dificultad que se vive en la Atención Primaria por falta de personal.
Me conecto a la sala jitsi apenas cinco minutos después de la hora y encuentro que ya están reunidas unas 10 o 12 personas.
De ellas siete son profesionales: médicos/as de familia, pediatras y una enfermera. El resto son madres que representan a las AMPA (Asociación de Madres y Padres de Alumnxs) de diferentes coles del entorno del CS. Hacemos una ronda de presentación.
Son las seis de la tarde y en la mayoría de los casos nos conectamos desde casa, pero en alguno todavía se hace desde la consulta (adivino una jornada extendida fuera del horario de trabajo, algo que en estos días no causa sorpresa, si estás siguiendo #YoRenuncio).
Una médica joven modera la sesión; me llama la atención lo bien que se desenvuelve en la tarea y en el canal que estamos usando. Olvidaba que las vídeo-conferencias se han convertido en algo sumamente cotidiano en los siete meses que llevamos de cierre social. Arrancamos con una presentación sobre infancia, escuela y protocolos COVID a cargo de una de las pediatras y de la enfermera (que trata de mantener ocupada a su bebé mientras nos comenta su parte). La charla es muy pedagógica y resume las cuestiones básicas del cambiante protocolo: ¿qué síntomas se deben tener en cuenta?, ¿cómo actuar? etc.
Van saliendo algunas dudas: «¿es posible que lxs niñxs no tengan que hacer cuarentena cuando dan una PCR negativa después de que un/x compañerx sea positivo en COVID?» – «No, aunque de negativo la actitud es la misma, porque hay que tener en cuenta el período de incubación o los falsos negativos». El desencanto es palpable. La dificultad de lxs progenitores para gestionar estos confinamientos de lxs niñxs por los cierres recurrentes de las aulas debe ser agotadora.
Otra: «¿Qué opinión tenéis de estos filtros para purificar el aire en las aulas?. Es que en nuestro cole nos lo han ofrecido. – Hay que pensárselo, porque la consejería no lo va a pagar, sino que va a salir del bolsillo de los padres y madres y en este barrio las economías no están para muchas alegrías. – Hay que tener en cuenta el mantenimiento de estos aparatos, porque a veces se compran sin pensar en el coste de tenerlos funcionando en buenas condiciones. – A día de hoy lo que sabemos es que lo mejor es ventilar, mantener las ventanas y puertas abiertas unos dedos, aunque tengan que estar con abrigo.
Cada testimonio me impacta más que el anterior (y va creciendo esa sensación de comentario en comentario): la madre de una niña con Síndrome de Sanfilipo (alzheimer infantil) está preocupada por la posibilidad de que enferme («lo toca todo y todo se lo lleva a la boca») y de poder acompañarla en el supuesto de un ingreso hospitalario. También se queja de la incomprensión de otra gente en la calle, en los espacios públicos, porque la cría va sin mascarilla, porque babea, porque todo le produce curiosidad y se acerca demasiado a los demás para los estándares de la pandemia. Pienso lo mucho que se les habrá complicado la vida. También pienso qué difícil es leer los comportamientos sociales desde esta prudencia-miedo sobrevenidos que hemos de estar gestionando todo el rato, con un nivel de atención constante. Agotamiento.
La tranquilizan en los dos sentidos: Lxs niñxs tienen que poder socializar, mantener un mínimo de su actividad normal. Hay que tomar las precauciones que se puedan, pero también conservar un equilibrio. – Se están cerrando los parques y luego, todos a los bares. – Es un poco de sentido común, si en el parque hay cincuenta niños, pues a lo mejor no voy a meter a mi hijo, pero si hay tres o cuatro, pues sí. – Sí, se está permitiendo el acompañamiento a menores ingresados. Pero no puedes salir de la habitación mientras estás allí, en las primeras horas te proporcionan la comida. Cuando ya tienes PCR negativa ya puedes salir. Y luego si viene el padre y te sustituye pues se queda él y tú puedes ir a ducharte.
Hacia el final, con la conversación ya más fluida, con un ambiente de mayor confianza, surge un tema más espinoso: ¿Qué está pasando en los CS, que no se están atendiendo otras cosas que no sean COVID? – Tengo un conocido que ha tenido un problema en una rodilla y tuvo que ir a urgencias al hospital, y allí los médicos guay, pero en el CS no le están haciendo ningún caso. – Yo te puedo asegurar que estamos atendiendo de todo, cada mañana cuando llego a consulta empleo la primera hora en organizarme las citas del día y las dos primeras horas son para casos no-COVID y luego a partir de las doce me paso a la zona COVID. Y atender por teléfono y organizar las citas es para que no os juntéis todos en el consultorio y evitar contagios. – Y eso me consta que lo hacemos todos y todas, con menos médicos de los que seríamos en el centro. – Pues claro nosotros no sabemos lo que pasa dentro, pero la percepción es que no se está atendiendo.
¿Qué puede sentirse cuando estás echando jornadas de diez horas, viendo 70 y 80 pacientes (a veces hasta 100) y recibes este comentario? Aunque se te diga sin acritud, desde la frustración.
La sesión se disuelve entre la amabilidad y la alegría, reconociendo lo importante que ha sido. Creo que acortar las distancias ha sido lo mejor. Pienso que esta tarde la pandemia parece menos un animal mitológico y más algo que nos sucede en común.
Esto me devuelve a la sensación de bella rareza de estas dos horas, en las que unas madres y unxs profesionales, igualmente desbordadas/os de tarea, han conversado sobre el asunto común de la salud en su barrio.