Una cúpula proporciona un espacio diáfano, ya que los apoyos se producen en el perímetro de la construcción, el mayor posible trabajando con materiales pobres y reciclados. En nuestro caso tablas de palé recuperadas, de 1m (las más largas), cortadas de forma específica para producir los módulos y unidas más tarde extrayendo duplicidades para componer el conjunto.
El resto de materiales utilizados para cerrar la cabina se recuperaron tanto del desmontaje de exposiciones como de sobrantes de construcción. Para impermeabilizar la cubierta se utilizó una lona publicitaria de gran formato.
La cubierta determina toda la construcción y produce un espacio confortable de casi 6 metros de diámetro, sin obstáculos visuales y con una gran altura que mejora la atmósfera interior. La rudeza de los materiales combinada con la forma cilíndrica rematada con el domo le da un aspecto entre distópica y futurista a la construcción final.
Esta construcción sufrío diferentes usos aparte de los previstos y alguna transformación profunda manteniendo la cúpula como cubierta icónica. Con el tiempo y el uso esta iconicidad se comvertiría en un elemento de adhesión fuerte que desembocaría en una gran procesión para trasladar la cúpula, cuando el ciclo del solar llegó a su fin, donándola a Esta es una plaza para preservarla.
Un solar es un lugar atípico y difícil como centro social. Más allá de estar a la intemperie, sobre todo es un espacio difícil de leer y tiende al desorden.
Y sin embargo está lleno de posibilidades, porque es reconfigurable, en él cabe casi cualquier cosa, es decir, es perfecto para «usos imprevisibles», sustancia de un espacio social: ser lo bastante poroso y maleable para acoger no solo lo diferente sino lo desconocido.
En ese sentido la cúpula se adaptó a la perfección al espacio y sus necesidades.